sábado, 16 de enero de 2010

Si quieres verdaderamente a un hijo, déjalo marchar


Hoy me siento como un padre cuando ve que su hijo se hace mayor. Como esos poyuelos que crecen y llega el momento de saltar del nido, la incertidumbre del momento, el miedo, el horror son sentimientos que nos invaden al ver esa estampa, pero sin lugar a dudas, la esperanza, el orgullo, la confianza por verle acercarse al precipicio con tanta seguridad son los sentimientos opuestos que te hacen animarle para que pueda conseguirlo.

Es este momento en el que nos hemos encontrado toda esta semana, sabíamos que Javier se iba a ir a realizar su sueño, nuestro sueño. Todos le hemos animado para que esté feliz y contento, pero todos estábamos aterrados de que llegase este momento, ya que lo mismo que hay pocos “Vicente Ferrer”, hay pocos “Javier Ortega”.

Me siento un privilegiado de haber podido compartir enormes momentos con él, no sólo me ha enseñado a ver la bondad en todos los sitios posibles, sino me ha demostrado que sólo los valientes que arriesgan son capaces de triunfar en este mundo tan competitivo.

Sinceramente pienso que Paraguay tiene unas necesidades muy grandes pero nosotros tenemos necesidades espirituales.

Bien sabemos que este viaje no lo hace sólo, una parte de nosotros está allí con él, y aunque nos duela no poder verlo siempre que queramos, podremos mirar en nuestro interior y volver a recordar todo lo que nos ha enseñado.

Es ahora cuando debemos de aunar todos nuestros esfuerzos y luchar con todas nuestras fuerzas, porque nuestro sueño ha echado a andar.

Sin lugar a dudas Chiru, te echamos de menos, pero tienes nuestro apoyo para seguir hacia delante en esta empresa tan difícil.

¡¡¡¡Te queremos, Chiru!!!!

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